REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
El Evangelio del domingo presenta a Juan Bautista, el primo de Jesús en el desierto: “Cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: “¿Quién eres tú?”. Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: “Yo no soy el Mesías”… “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”.
Papa Francisco dijo sobre el Bautista el 6 de agosto de 2014: “Hay una figura muy significativa, que cumple la función de bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: Juan Bautista. Para los Evangelios sinópticos él es el “precursor”, que prepara la venida del Señor, predisponiendo al pueblo para la conversión del corazón y la aceptación del consuelo de Dios ya cercano. Para el Evangelio de Juan es el “testigo”, porque nos hace reconocer en Jesús a Aquel que viene de lo alto, para perdonar nuestros pecados y hacer de su pueblo su esposa, primicia de la humanidad nueva. Como “precursor” y “testigo”, Juan Bautista desempeña un papel central dentro de toda la Escritura, ya que hace las veces de puente entre la promesa del Antiguo Testamento y su realización, entre las profecías y su realización en Jesucristo. Con su testimonio Juan nos indica a Jesús, nos invita a seguirlo, y nos dice sin medias tintas que esto requiere humildad, arrepentimiento y conversión: es una invitación que hace a la humildad, al arrepentimiento y a la conversión”.