miércoles, 24 de febrero de 2016

Catequesis del Papa: Misericordia y poder

(RV).- Con la lectura de un pasaje bíblico tomado del Primer Libro de los Reyes, que relata la vicisitud entre Nabot y Ajab, rey de Samaría – quien quiere comprarle su viña para su provecho personal, a lo que le responde que no le dará la herencia de sus padres – el Papa Francisco reflexionó en su catequesis del último miércoles de febrero sobre el tema de la Misericordia y el poder.

Prosiguiendo con el ciclo de catequesis sobre la Misericordia en la Sagrada Escritura,  hablando en italiano el Obispo de Roma recordó que en diversos pasajes del Antiguo Testamento se habla de los poderosos, de los reyes, de los hombres que están encumbrados y de su arrogancia y atropellos.

Ante todo el Santo Padre destacó que la riqueza y el poder son realidades que pueden ser buenas y útiles para el bien común si se ponen al servicio de los pobres y de todos, con justicia y caridad. Pero cuando, como sucede con frecuencia, estas realidades se viven como un privilegio, con egoísmo y prepotencia, se transforman en instrumentos de corrupción y de muerte, tal como lo describe el señalado episodio de la viña de Nabot.

El Pontífice recordó asimismo que en el Evangelio de San Mateo leemos que Jesús dijo a los suyos: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo” (Mt 20, 25-27).

Por esta razón el Papa Bergoglio afirmó que si se pierde la dimensión del servicio, el poder se transforma en arrogancia y se convierte en dominio y vejación, que es producto de ejercer la autoridad sin respetar la vida, sin la justicia y sin la misericordia.

Sin embargo – añadió el Papa – Dios es más grande que la maldad y los juegos sucios de los seres humanos. De hecho, el Señor acepta el arrepentimiento a pesar de que el mal realizado deja sus huellas dolorosas y la historia de los hombres lleva sus heridas.

Pero la Misericordia – dijo Francisco al concluir – puede curar las heridas y cambiar la historia, porque es más fuerte que el pecado de los hombres, tal como nos lo demuestra la venida del Inocente Hijo de Dios que se hizo hombre para destruir el mal con su perdón.

(María Fernanda Bernasconi – RV).


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